AN OPEN HEART, Su Santidad Tenzin Gyatso Dalai Lama 2001
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Hola, según el Dalai Lama, la compasión es “una sensibilidad hacia el sufrimiento propio o de los otros, junto con un compromiso profundo para tratar de aliviarlo”.
Ampliando un poco más la definición, la compasión se puede entender como la capacidad de reconocer y conectarnos con nuestro propio sufrimiento, insatisfacción o estrés así como para entender el sufrimiento de los demás con la motivación honesta y sincera de prevenirlo y/o de aliviarlo.
La compasión es una capacidad instintiva que tenemos todos los seres humanos cuando el que sufre, es alguien cercano. Sin embargo, las tradiciones contemplativas sugieren que es posible ampliar nuestro círculo de cuidado y de compasión más allá de lo instintivo. Cuando la compasión surge en nuestro corazón, nuestra mente se libera del odio, de los juicios negativos y de la preocupación obsesiva por uno mismo. Por otra parte, saliendo de este círculo en el que todos podemos estar atrapados y mediante el proceso de entrenar la compasión podemos descubrir nuestra fuente natural de paz interna que se proyecta al exterior.
La compasión es una poderosa habilidad psicológica que permite regular nuestras emociones para conseguir un mayor bienestar, tanto con nosotros mismos, como con las personas que nos rodean.
Al cultivar la compasión, no solo aumentarás tu conexión con los demás. También beneficiará tu propia salud, bienestar y felicidad. Estudios recientes sugieren que el desarrollo de la autocompasión, puede incrementar el auto-cuidado y la conexión con otros, y al mismo tiempo reducir el estrés, la ansiedad, la depresión, el aislamiento, la vergüenza y la imagen corporal negativa. También aporta fuerza para soportar el dolor y la capacidad de recuperación. También puede aliviar significativamente una amplia gama de problemas psicológicos (Hoffman, Grossman y Hinton, 2011), incluidos los Trastornos del Comportamiento Alimentario.
Estas cualidades, a su vez, promueven y apoyan muchos cambios positivos a mayor escala, desde la mejora de las relaciones interpersonales hasta la realización de cambios positivos en el mundo.
El entrenamiento de la compasión requiere potenciar también la autoconciencia, que permita acceder a nuestros pensamientos y emociones, por lo que se beneficia de la práctica de mindfulness, atención plena o meditación.
Veamos los tres componentes de la compasión:
- Bondad con uno mismo: La autocompasión implica sentirnos cálidos y comprensivos con nosotros mismos cuando estamos sufriendo, rechazados o sintiéndonos inadecuados, en lugar de ignorar nuestro dolor o azotarnos con la autocrítica. Cuando hay autocompasión, nos damos cuenta de que los seres humanos somos imperfectos. Por lo tanto, aunque tengamos todos los defectos, las dificultades en la vida serán inevitables. Por eso, cuando enfrentamos experiencias dolorosas, debemos tratarnos bien. No siempre puedes ser o conseguir lo que quieres. Y no pasa nada, está bien así. Quizás te espera un camino mejor. Cuando esta realidad es negada o combatida, el sufrimiento aumenta en forma de estrés debido a la frustración y la autocrítica. Cuando la compasión y la bondad acepten la realidad tal como se nos presenta, a cada momento, experiencia e interacción, sentirás una mayor paz emocional.
- Humanidad compartida. La frustración de saber que no tenemos el control de todo puede ir acompañada de una sensación de aislamiento irracional pero universal: parece que «yo» es la única persona que sufre o comete errores, sin embargo, todas las personas sufren. Por tanto, la autocompasión significa reconocer que el sufrimiento y las deficiencias personales son parte de la experiencia humana común: «cosas que todos experimentaremos», no solo cosas que me suceden a «mí». Esto también significa reconocer que los pensamientos, las emociones y los comportamientos se ven afectados por factores «externos», como el historial de crianza, la cultura, las condiciones genéticas y ambientales, y los comportamientos y expectativas de los demás. Reconocer nuestras interrelaciones esenciales nos hará menos críticos con la negligencia personal y ajena. Muchos aspectos de nuestra vida y de nuestro entorno no son fruto de nuestras elecciones, sino de innumerables factores fuera de nuestro control. Por lo tanto, al reconocer nuestra indispensable interdependencia, los fracasos y dificultades de la vida no tienen que ser confrontados individualmente, sino que pueden ser reconocidos y aceptados como parte de la esencia del ser humano, sin prejuicios, con simpatía y comprensión.
- Mindfulness (atención plena). La autocompasión también requiere una actitud equilibrada hacia nuestras emociones negativas, de modo que los sentimientos no sean reprimidos ni exagerados. Esta postura equilibrada surge del proceso de conectar las experiencias personales con las de otros que también han sufrido. Esto también se debe a la voluntad de observar nuestros pensamientos y emociones negativos con franqueza y claridad, y mantenerlos conscientes de la vida. La atención plena es un estado mental receptivo y no crítico en el que los pensamientos y sentimientos se pueden observar como son, sin intentar reprimirlos o negarlos. No podemos ignorar nuestro dolor y sentir simpatía al mismo tiempo. La atención plena requiere que el estado mental no pueda ser «sobre-identificado» por pensamientos y sentimientos, de modo que resultemos atrapados por la reactividad negativa.
Como estás viendo, la buena noticia es que la compasión se puede trabajar, entrenar y mejorar y se consigue practicando y siendo constante.
Algunos pasos que podemos dar para el entrenamiento de la compasión:
- El primer paso para llegar a esa compasión es cultivar la aceptación. Muy importante, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás y hacia las situaciones tal cual se nos presentan.
- Ello va ligado al entrenamiento de la humildad, con el fin de darnos cuenta de que no lo sabemos todo, de que cada uno tiene su historia y sus razones y que no aporta nada juzgar y criticar.
- Le sigue poner en marcha nuestra empatía, buscando similitudes con las demás personas, en lugar de centrarnos y resaltar nuestras diferencias.
- Poco a poco iremos experimentando con esa sensación de que todos somos uno, que no hay tanta distancia entre los demás y tú mismo, y que la felicidad compartida es la verdadera felicidad.
- Nos acompañará en todo momento la práctica de la meditación, para aprender también a observar nuestros pensamientos y a calmar la mente.
- A lo largo de todos los pasos que vayamos dando, la amabilidad y el respeto deben ser actitudes permanentes.
Recuerda algo crucial para la convivencia: de lo único que podemos estar seguros que tenemos el control total es de nuestro propio comportamiento, de cómo reaccionamos antes lo que nos sucede. Si de verdad fuéramos conscientes de ello, ¿Cuántas personas decidirían acercarse a su ideal y dejar de sentirse víctimas? La práctica de la compasión puede ayudarte.
Gracias por estar ahí»