HUNDRAåRINGEN SOM KLEV UT GENOM FöNSTRET OCH FöRSVANN, Jonas Jonasson, 2013
Seguimos!
Hola, te has dado cuenta de que siempre se habla de la primera vez que hicimos algo, la primera vez que vimos a alguien, la primera vez que fuimos a algún sitio… pero rara vez nos planteamos cuándo fue o cuándo será la última.
Piensa en algo que te gustaba hacer y que ya no haces. La última vez que saltaste a la comba, que cogiste a tu hijo o hija en brazos, que organizaste una fiesta de pijamas o que fuiste a esquiar.
Piensa ahora en la última vez que viste a alguien con quién te llevabas bien, que hablasteis, que hicisteis planes juntos, que os reísteis….
¿No crees que si hubieras sabido que se trataba de la última vez, hubieras aprovechado mucho mejor el momento, la ocasión, la compañía y toda la experiencia?
Vamos por la vida haciendo como si todo fuera a durar para siempre, sin disfrutar cada segundo, sin apreciar como única cada experiencia, ni cada compañía.
Y aún peor cuando se trata de tareas rutinarias o de personas cercanas que solemos ver a menudo. ¿Crees que comer cada día es un simple trámite? Pregúntale a alguien que tiene que alimentarse por sonda qué no daría por experimentar el placer de comer una última vez. ¿Le hablas mal a tu hermano o a tu madre porque son unos pesados? Todos vamos a morir, ellos también. ¿Les hablarías mal si supieras que esa riña sería la última vez que hablaríais?
Nos damos cuenta del valor de las experiencias o de las compañías cuando las perdemos.
Es por eso que algunos expertos animan a ejercitar «la falta voluntaria», para apreciar después las cosas o las experiencias que tenemos.
Pero más allá de este ejercicio, cuando estés haciendo algo con sensación de aburrimiento, de hastío, piensa por un momento qué pasaría si esa fuese la última vez que lo hicieras. Se puede decir que se trata de aplicar el mindfulness a cualquier situación, de vivirla con atención plena, con consciencia, sin el piloto automático.
Gracias por estar ahí!